Eduardo
Alvarado
De
seguro alguien pensará rápidamente si el ente que hago mención estudió
matemáticas con jocosidad si además alguien escuchara tal cosa, pero al
trasladar esta frase al fútbol toma un giro común porque quién no ha visto un
jugador besar un rosario, un crucifijo, persignarse al arranque del encuentro, al
ingresar o dejar el rectángulo de juego donde dejas el esfuerzo hecho durante
la semana a nivel personal.
Pero cuando el conglomerado de personas que llegan a un club a inicio de temporada con diferentes ideas, credos, etnias, estatura, etc. es un universo nuevo y complejo difícil al principio pero amigable durante la convivencia diaria, llega a intimar tanto que se transforma en casi tu familia donde departes y compartes alegría, angustia, valor, tristeza y FE .
Es esa la última la que fortalece a la familia en mención donde los jugadores de experiencia dan ejemplo a los noveles juveniles de humildad, consejos, abajo y confianza.
En
ese círculo de rodillas todos ante los ojos del creador, dios, jehová, padre
celestial, etc. como el mortal quiera llamarlo simboliza: unión, compromiso,
sacrificio, lealtad e igualdad ante el señor del cielo como testigo del grupo
de hermanos del fútbol Significando bendiciones tras los logros deportivos
paso a paso conseguidos por las plegarias antes dadas durante horas, días,
meses, entrenamientos, concentraciones, viajes pero al final de la temporada
regular con un rendimiento óptimo la satisfacción de la ilusión realizada el
deber cumplido de que se dio el todo por todos y para todos.
¿Entonces
el espíritu suma o no en el mundo del rey de los deportes?
Otros
artículos: Aún hay esperanza